sábado, 20 de junio de 2009

Aromas de Medina. 18 de octubre de 2008

Capítulo 3. EL DE LA NOCHE DE FIESTA.



La casa, de la cuñada de Ana, era una preciosidad. Tenía una piscina en la entrada y estaba todavía a medio amueblar; pero aún así era bastante acogedora. Ana nos dijo que subiéramos las cosas arriba y nos cambiáramos para la fiesta. Nos vestimos y pintamos y estuvimos dispuestas para irnos. La sola idea de volvernos a meter en el coche nos hizo reír. Pero allá que nos volvimos a acoplar de esa forma inexplicable que solo nosotras conocíamos.

En casa de Pepe, después de saludar a la familia, nos dirigimos a la zona de la piscina. ¡Qué cambio desde el verano! Ahora no había tumbonas y toallas por todos lados... El cuartito tenía ya puestas las mesas, los manteles y demás. Y allí que subimos con “los zapatos” siempre con nosotras. Los metimos en la neverita y ¡Cristy por poco se mata del bote que pegó cuando Ana comenzó a abrir la nevera en un descuido nuestro! Llegaron unos amigos de ellos y comenzaron con la barbacoa. Elena nos contó mil y una historias de su nueva vida en Sevilla. Sonaba bastante bien, si excluimos las novatadas a los pobres principiantes.

Me salí con la parejita para una sesión de fotos improvisada, mientras los demás preparaban la tarta, las velas... Era realmente preciosa. De chocolate blanco y llena de lacasitos por todos lados (faltaban algunos que se había ido comiendo Francis...). Adornada con una figurita de la Sirenita, que tanto le gustaba a Ana. Un 22 en el centro y 19 velas alrededor. Todo oscuro cuando entraron los dos. La cara de Ana me hizo comprender que todas las pesquisas del viaje habían merecido la pena. Cantamos el cumpleaños feliz y soplaron juntos. Se les veía tan felices...

Luego, los regalos. A nuestra niña le encantó el pijamita y parecía que le quedaba bastante bien (menos mal). La cara que pusieron cuando abrieron los dados... ¡no tiene precio! Nos miraban, mitad divertidos, mitad avergonzados. Después de aquello, nos tomamos la primera copa de la noche y luego nos fuimos de botellona, esta vez a pie.

El Caminillo estaba lleno de gente. Es el sitio de reunión habitual para beber, charlar y todo lo que conlleve el sábado noche. Me encantó el detalle de los baños. Ya podrían aprender en otros sitios...

Nos acompañaron Francis y Nando, además de Pepe, y nos hartamos de contar chistes... Me imaginaba que si alguien nos estaba mirando, le daríamos una total sensación de felicidad, paz, armonía, vitalidad... Me gusta pensar que damos esa imagen despreocupada cuando estamos juntas.

Pillamos un banco y nos sentamos para seguir con nuestras “tonterías”. Jugamos al “yo nunca he...” y también al “capitán hook”. Nos reíamos por cualquier ocurrencia de alguna, pero quizás también tuvo algo que ver el puntito que teníamos ya encima... Llegaron más tarde el Purri y el Juaki y hasta se acordaban de las que habíamos estado allí en verano. Un lindo detalle.

Después de un rato, nos fuimos a un pub que se llamaba “Vinilo”. Y venga baile y más baile. Y venga niños y más niños... Que por cierto, ¡vimos también al Maca! ¡Quien más y quién menos ligó esa noche y todo! Yo tengo un poco de cacao mental entre pantalones blancos y camisas abiertas... La vuelta: a pie, por esas cuestas que tiene Medina... ¡Menos mal que no estaba demasiado lejos!

Al llegar, me faltó tiempo para ponerme el pijama y meterme en la cama. Por más que esta gente me decían que me quedara, no podía con mi cuerpo, ¡que eran las 6 30 de la mañana! Ellas se quedaron hablando un rato más. Ojalá pudiera omitir esta parte, pero me temo que les afectó demasiado como para pasarlo por alto. Y es que resulta que después de un rato me levanté de la cama bruscamente, cogí mi almohada y me metí en la cama del otro cuarto. Por el camino fui gritándoles a las niñas porque no me habían dejado dormir e incluso empujé a Cristy y le grité a Ana. Lo peor del caso es ¡que no me acuerdo de eso! Yo creo que estaba medio sonámbula, porque Cristy dice que tenía los ojos cerrados, aunque si que me acuerdo de encender el móvil y mirar la hora (las 8’30). ¡Qué vergüenza madre! Menos mal que me perdonaron, porque vamos...

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